Una fotografía para construir la realidad
Entrevista a Koral Carballo por Andrea Cuevas
Andrea Cuevas: Para conocer más sobre tu perspectiva o las particularidades de tu mirada, ¿qué es una imagen? Me interesa esta pregunta en un contexto muy específico: uno en el que hay un superávit de información visual en términos de producción y consumo, frente a una lectura que puede ser inmediata.
Koral Carballo: Más allá de saber qué es una imagen, me llama la atención la facilidad con la que actualmente interactuamos con ellas. Sólo un círculo reducido como el de fotógrafos, artistas visuales, curadores o académicos, es el que bus-ca respuestas a diferencia de la mayoría de la población, a la cual no le interesa plantearse determinadas preguntas específicas. Es como si las imágenes siempre hubieran estado. No hay una preocupación por su significado, ni para qué las usamos o los modos en los que nos manipulan.
Las imágenes son devoradas por una mayoría en el vaivén de una cotidianidad que no pestañea.
¿Cuál es el potencial que encuentras en la lente, en la fotografía como una disciplina para construir una imagen o una narrativa?
Como constructores de imágenes estamos en ventaja. Creo que debemos democratizar esos mensajes, hacer que el espectador pueda conectar con una imagen que no sólo le provoque dar un like. Por el contrario, que le evoque algún recuerdo de su vida, le mueva más allá de la indignación o le provoque una reflexión de su contexto inmediato. Que pueda mover de lugar a quien la mira y que esta dislocación pueda suceder desde diversas plataformas como la publicidad, el museo o el pe-riodismo.
Pensar que esa imagen puede desatar una acción, algo fugaz.
Más allá de un diálogo, hay un encuentro entre tres esferas creativas que por convenciones de sus prácticas y soportes, son asumidas como distintas entre sí: el fotoperiodismo, las artes visuales y la fo-tografía documental. ¿Cómo concibes este encuentro?
Me da libertad de hacer lo que la historia me demanda. Nunca me predispongo con respecto a lo que debo contar (en un sentido noticioso), al contrario, siempre pongo la experiencia como fuente primordial. Me interesa conocer lo que estoy viviendo para poder encontrar estrategias narrativas–visuales que puedan comunicar aquello que quiero manifestar. Lo anterior me ha llevado a replantearme la estética del fotoperiodismo, que obedece a una demanda de los medios de comunicación. En las artes visuales he encontrado esa licencia para explorar narrativas que me permitan contar ciertas historias. Esos tres campos me vuelven a dar las riendas para convertirme en una narradora de historias y no en una fotógrafa que ilustra el texto de otro.
II. De la serie El último día del mundo, 2014. Fotografía digital
En tu serie El último día del mundo partes de escenas fotoperiodísticas para proyectar una visión subjetiva, en tus propias palabras, “la psique del fotógrafo”. Si el fotoperiodismo su-pone o exige por convención, un punto de vista objetivo, de distanciamiento con lo que mira, tú reviertes esta idea. ¿Es la experiencia o psique del fotógrafo la que construye o encuadra la imagen? ¿Cuál es tu perspectiva frente a la ansiada objetividad que presume el fotoperiodismo?
Desde el aula nos exigen objetividad a los periodistas, aún cuando sabemos que no existe. Entonces luchamos por la neutralidad.
Comenzamos a informar lo que sucede y a ser “neutrales”, a buscar las dos partes de las historias. Pero cuando matan a tu familia o secuestran a tus amigos, ya no existe neutralidad.
Uno tiene que decidir cómo quiere contar eso que se está viviendo, tomar una postura y asumir que somos seres que tienen filtros, filias o experiencias que nos han marcado a lo largo de nuestra vida. Allí es cuan-do el periodista comienza a ser sincero, porque sabe que esos temas le mueven y que a pesar de los sueldos raquíticos y las nulas prestaciones, está dispuesto a contar una historia aún cuando sabe que está en peligro.
De la serie Mala hora, 2016. Fotografía digital
En esta misma línea, ¿consideras que la fotografía muestra, construye o registra la realidad?
No me queda duda. La fotografía construye la realidad a partir de quienes somos y de nuestro conocimiento.
En tu serie Mala hora, por ejemplo, aludes a un contexto de violencia vivido en Veracruz a través de una solución compositiva que se aleja formalmente del carácter fotoperiodístico, para acercarse más a modos de construcción de imagen que están presentes en las artes visuales. Hay un concepto particular en tu práctica: la narrativa. Sin embargo, en tus imágenes no existe una narrativa convencional en el sentido de una secuencia visual, sino como una serie de piezas de-ntro de un conjunto. ¿Cómo concibes esta idea?
La narrativa va de la mano con la experiencia.
Para contar una historia me interesa conocer, vivir, preguntar, investigar, confrontarme con mis fuentes o a mí misma. En el caso de Mala hora sabía que no quería fotografiar
cadáveres porque eso es algo que puede verse en los periódicos a diario. Lo que me interesaba era la sensación, eso que sientes cuando sales tarde del trabajo, vas de regreso a tu casa después de una fiesta o a comprar algo en un Oxxo.
Eso que sentimos, que no se puede explicar en palabras y que ni si quiera lo hablamos a causa del miedo que nos genera.
Para construir la historia de Mala hora tenía que representar el tipo de escenas que vemos todos los días quienes vivimos en ellas. El espec-tador tiene la libertad de meterse en éstas, atravesar una calle o salir en otra, como cuando uno transita por un pueblo o una ciudad. En esta serie no hay una ruta marcada por mí y esto es lo que puede potenciar la experiencia de quien mira:
saber que donde se encuentre puede ocurrirle lo peor.
De la serie Mala hora, 2016. Fotografía digital
Aunque El misterio del disfrazado contrasta visualmente con el resto de tu trabajo, aborda dos temas particulares: el territorio y la violencia, que también están presentes en Mala hora. ¿Cuál es tu interés por estos temas?
De un tiempo para acá, me he dado cuenta de mi interés por hablar de la violencia, no sólo la actual —como en Mala hora—, sino también la histórica. El misterio del disfrazado responde a esto. A partir de una investigación que realicé, observé que los afromexicanos forman parte de una comunidad que ha sido invisibilizada históricamente en un país, como muchos otros en Latinoamérica, que no está interesado en su presente ni mucho menos en proveer a estas comunidades de un acceso a servicios básicos, como el agua potable. Pero que al sí le interesa exotizar su pasa-do. Este proceso me ha llevado a reflexionar mi rol como fotógrafa y a cuestionar la búsqueda de imágenes presentes en un carnaval o fiesta pa-tronal, como si se tratara de un safari.
De la serie El misterio del disfrazado, 2017. Fotografía digital
En la mayoría de casos, no existe un interés de quien documenta por averiguar quién permanece detrás de una máscara. Como consecuencia seguimos manteniendo a ciertas identidades en la oscuridad.
Por su parte, el territorio siempre me lleva a explorar un tema desde sus personajes y problemáticas. La violencia como un eje latente en mi trabajo, que me ha llevado a producir desde que inicié con mis proyectos personales.
Andrea Cuevas
Ciudad de México, 1986
Estudió Teoría del Arte en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue coeditora de la revista Fahrenheitº y coordinadora editorial de Código. Ha publicado en distintos medios impresos y digitales como GasTv, La Ciu-dad de Frente y el
Huffington Post, así como en el proyecto editorial Ediciones Transversales. Actualmente es editora en el Museo Tamayo.
Koral Carballo
Veracruz, 1987
Estudió Periodismo en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Cursó el Seminario de Fotografía Contemporánea 2014 del Centro de la Imagen. Nominada al Joop Swart Masterclass del World Press Photo 2016. Obtuvo la beca Jóvenes
Creadores del Fonca (2015-16). Su trabajo se ha publicado en Time, El País, Le Monde y The Washington Post. Su obra forma parte de las colecciones de Fundación Televisa. Es miembro del Colectivo Trasluz.
koralcarballo.com