Xavela Lux Aeterna
Entrevista a Dorian Wood por PICS
Con la intención de conversar con autores que se encuentran transformando nuestra cultura visual contemporánea, entrevistamos a Dorian Wood durante su reciente visita a la Ciudad de México. En el contexto de su concierto Xavela Lux Aeterna, un homenaje musical a Chavela Vargas en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, Dorian nos platicó de la relación que guarda con su pasado familiar, de la potencia que hay entre el cruce de raza, género, y geografía en su corporalidad, así como de su deseo por rendir homenaje a la gran bruja Chavela.
Este diálogo sucedió el 15 de junio en el Hotel Gillow entre Dorian Wood, Ana Gabriela García y César González-Aguirre.
Fotografías por Rodrigo Álvarez.
Dorian, mañana presentas tu homenaje a Chavela. Si intentamos trazar una genealogía a partir de tu relación con esta intérprete de tanto carácter y de identidad lésbica latente, ¿cuál sería tu familia espiritual, aquella que has decidido formar?
Dorian Wood: Por un lado, están las similitudes: ambxs somos de Costa Rica, somos provenientes de la comunidad queer, y nacimos el mismo día —17 de abril. Yo formé parte de un ensamble de música punk jazz llamado Killsonic, éramos 30 miembros predominantemente chicanxs, latinxs. Todos vivíamos al este de Los Ángeles, una parte predominantemente chicana, mexicana y salvadoreña. Sólo dos de nosotrxs éramos queer, pero compartíamos un espíritu muy punk, agresivo y reaccionario. Había miembros del ensamble que hablaban mucho sobre Chavela, yo había escuchado ya de ella pero no sabía mucho de su música. Me presentaron una Chavela no tradicional. Más allá de la música de mariachi, se trataba de esta figura potente, como una diosa. Un poco como Charles Mingus, Jos Tramer o Violeta Parra, figuras que tuvieron fuego dentro de sus almas.
En Chavela se oía una honestidad tan profunda, emocional y violenta que nos impactaba. Ella nos entendía, nos cantaba.
Chavela se convirtió en una de estas leyendas. Me puse a escuchar su música. Me llamaba la atención que, dentro de una técnica que ya existía, ella iba más allá. Daba todo en cada sílaba y en cada respiro. Sin pensarlo demasiado, se posicionó en contra del elitismo que el género trae consigo.
Yo no nací para ser tolerado, yo nací para existir.
Pasó el tiempo y yo iba absorbiendo todo lo que era Chavela. Este año surgió la oportunidad de participar en el Festival de Arte Sacro en Madrid, que por décadas ha presentado sólo música clásica y católica pero que para esta edición iba a tener una curaduría más abierta e inclusiva, un término conflictivo por su moralidad y conservadurismo.
Me invitaron a interpretar su música en el mismo año en el que Chavela cumpliría 100 años. Mi condición fue presentar mi perspectiva de ella sin censura y accedieron. Así, armamos una orquesta de cámara junto con el músico Alberto Montero. Hicimos arreglos con la música de Chavela de una manera que nunca se había hecho, porque ella siempre hacía voz y guitarra y este era un proyecto que involucraba un cuarteto de cuerdas, percusión y voz.
El reto era presentar las canciones de manera que se pudieran identificar, pero también de una manera muy personal y dramática. Se trataba de crear un homenaje, así como una exploración y desde entonces lo hemos desarrollado en varios formatos. También lo hemos hecho en formato de dúo y percusión, rarísimo pero muy intenso, me encantó. Esta vez que lo lanzamos por primera vez en México, será voz y guitarra, más parecido a lo que hacía ella, sin embargo con arreglos completamente diferentes.
Me interesa mostrar mi admiración al trabajo de Chavela a través de un poema musical.
También es una investigación sobre por qué dejó Costa Rica para volverse mexicana. Yo dejé el país porque quería ampliar mi carrera y seguir mis sueños, creo que para ella fue algo similar. Por eso incorporamos canciones tradicionales de Costa Rica en este repertorio. No sé si esto le agradaría a Chabela, ella visitaba su tierra natal, pero tenía una relación complicada con su familia —la relación que yo tengo con mi familia es también complicada.
En estos tiempos necesitamos inspiración y empoderamiento entre nosotrxs.
Es también una intención por conectar con el público de una manera muy honesta a través de la música, una oportunidad de crear juntxs una energía muy especial. La energía en México es tan fuerte que me intoxica, me encanta estar aquí. Traer esta música de Chavela en este año, mes y teatro, es sumamente importante para mí vincularme con el público, especialmente con el público mexicano queer, no binarix y trans, quienes son parte de mi comunidad. Se trata de tomarnos en cuenta.
¿Has decidido formar una familia no sanguínea?
DW: Mi teoría es que toda la familia es escogida. Hay ciertos familiares con los que uno decide no tener relación alguna. He aprendido de una manera muy difícil, a acortar familia sanguínea por ser dañina. La vida es demasiado corta.
Yo escojo estar con mi madre o mis hermanas.
Mi padre tomó otra decisión y estoy de acuerdo con ella. No lo escogí a él. Unx debe aprender a cuidarse a sí mismx.
Nuestra comunidad nos ha enseñado a procurarnos, nosotrxs somos familia.
Decidiste habitar el universo femenino. Chavela Vargas encarna la masculinidad como una forma de vivir su lesbiandad. ¿Cómo abordas esa masculinidad?
DW: El homenaje no intenta hacer una imitación sino analizar lo que ella hizo y por qué. Ella encarnó una identidad masculina y desafió el género al no cambiar los pronombres en sus canciones, es decir, los dejó en masculino. A partir de sus versiones, los convertí a femenino. Este proceso me llevó a cuestionar letras de otras canciones que hemos normalizado. Por ejemplo, en La llorona, no he oído a gente quejarse de que la letra diga “negro pero cariñoso”. ¿Por qué el pero? Yo canto “negro y cariñoso”. Es una letra, pero cambia todo el sentido.
El lenguaje no binario me fascina, cuestiona lo que hemos absorbido como natural. Lo mismo con la poesía, va migrando a otros lugares: su escritura, su fonética y su significado se van transformando.
Vamos mezclando culturas, eso es parte del brillo de la vida.
Respecto al fenómeno migratorio, me asombra que las mismas personas que colocan a Chavela en un pedestal, son las mismas que consideran a los migrantes como una abominación. No entiendo cuál es el odio a quienes vienen de otros países y otras culturas.
Chavela es migrante, una mujer lesbiana que vino de Costa Rica a México y que se convirtió en la persona que quiso ser.
Yo nací en Estados Unidos pero soy de padres costarricenses y nicaragüenses. Por un lado, me siento muy libre de no tener que pertenecer a una cultura muy específica y por otro, me siento muy solitario. Veo un orgullo en las personas cercanas a su patria y cultura.
No soy de aquí, ni soy de allá.
Nos gustaría retomar ese enunciado que viene de la canción compuesta por Facundo Cabral. ¿Podrías platicarnos cómo tu deseo por lo común, por cantarle a tu comunidad, permite abrazar otras maneras de autoexploración y autorrepresentación?
DW: A través de la música he conocido culturas y personas de otros países para colaborar.
Hay una diferencia entre interpretar y apropiar.
La lección que he aprendido de Chavela es que uno puede ser lo que quiere ser: ser de cualquier sitio, en donde pueda tener libertad. Sé también que mucha gente no tiene esa libertad ni puede acceder a aquel deseo. Compartiendo se transmiten formas nuevas de comunicarse. He aprendido a aproximarme a una situación nueva con cautela y respeto. No tengo ningún deseo de ser alguien diferente, sé quien soy y que me interesa compartir mi historia a través de la música.
No hay nada más bonito que compartir con un grupo de personas donde todxs generemos una comunidad de individuos., son cosas que aprendo de Chavela. Sé que ella tuvo sus problemas: se oye hablar de Chavela como la gran cantante pero no como mujer lesbiana. Ese aspecto de la narrativa es fundamental, porque sí fue lesbiana y nunca lo negó.
Nadie es santx en este mundo, pero podemos aprender.
Es como la frase de Juan Gabriel: “lo que se ve no se pregunta”, sabemos el significado detrás de la frase y la importancia que tiene para mucha gente, que un personaje público enuncie su identidad.
DW: Lo complejo es que no todxs quieren ser totalmente públicos. Actualmente las plataformas digitales nos ofrecen herramientas para nuestra visibilidad. Por ejemplo, para mi abuela yo era un maricón, hasta que vio a Cristina Ceri en la televisión diciendo que no era malo. Aquellos que dicen que los viejos no aprenden, se equivocan. Si están vivos lo harán. En esta vida todos tomamos decisiones.
Nos están matando y visibilizarnos es una alternativa de lucha.
Nos platicas de una transformación que viaja del interior hacia el exterior. Nos imaginamos a un caballo de Troya que se infiltra para detonar otras luchas. Si ese caballo es nuestro cuerpo, nuestra herramienta primaria de contestación política dentro de un sistema de arte estratificado por criterios de exclusión por raza, género, clase social, y nacionalidad, ¿cómo zangolotear a la esfera artística?
DW: Hay que hacerlo más frecuentemente posible. Una historia: Nao Bustamente y Xandra Ibarra, ambxs artistas increíbles, curaron un programa de performance latinx y feminista titulado En Cuatro Patas para The Broad, que es un museo en Los Ángeles que tiene una colección de arte blanco, hetero, y elitista; así como una agenda que tiene la intención de ser inclusivos.
Nosotrxs no queremos inclusión. Existimos.
Reconozco el color de mi piel. Es parte de una urgencia por enfatizar la variedad de colores que tenemos: una belleza física, sensual y emocional.
Me reuní entonces con uno de los supervisores del museo y le señalé una escultura metálica de Jeff Koons que representa unos tulipanes. Le compartí mi intención por hechizar e infectar esa pieza, lanzarle un maleficio para que se quemara y destruyera. Aceptó, pues tampoco soportaban la escultura. Durante la acción, lancé el hechizo a ese pedazo de mierda, me desnudé y me masturbé. Había doscientas personas aproximadamente, algunos sumamente incómodos: infecté ese espacio blanco, me conecté con personas nuevas y aprendí de mis límites.
Estas acciones me han ayudado a saber de qué manera proceder en determinada instancia a la que me invitan. Siempre me siento muy honradx, tomo en cuenta las circunstancias del contexto, el ambiente y la cultura.
Que los conservadores piensen lo que quieran de mí, no me importa.
Agradecemos a La Bruja de Texcoco, al Hotel Gillow, y a Rodrigo Álvarez por hacer esta conversación posible.
A través de su corpulento cuerpo y su voz distintiva, Dorian Wood (Los Ángeles, 1975) desafía la separación del artista y el espectador, utilizando la materia informada por su propia perspectiva como una persona de color, no binarix, y unx autodidacta sin educación formal, ni una alianza sólida con ninguna comunidad.
Rodrigo Álvarez (Guadalajara, 1994) vive y trabaja en la Ciudad de México. Su trabajo se centra en la fotografía de moda y retrato con medios análogos. Ha colaborado en diversas publicaciones nacionales e internacionales como The New York Times, Vogue, i-D y L’Officiel.