Las semillas del futuro se trasladan con el viento sin tener nuestra presencia
Por Mónica Nepote
En las ruinas del capitalismo, de entre los restos de una agroescuela, se rescataron estos apuntes que alguien firmó como “La sembradora de semillas de acacia”. Este documento del futuro, del cual se ignora la fecha exacta en la que pudo haber sido escrito, compartimos algunas transcripciones.
Las ideas del futuro son redes, pasajes y micorrizas; se interconectan con nodos en un tiempo espiral, responden a nuestro pensamiento colectivo de urgencia y preocupación. Pensamos en llamarlas así, “ideas del futuro”, porque son lenguaje, metáfora, un pensamiento agencial que busca recuperar la posibilidad de futuro que ha sido secuestrada por el capital. Si nos abandonamos a la creencia que nos satura de acuerdo a cifras, a prácticas de productividad o lógicas de explotación y desabasto, a normas de un mercado sin escrúpulos donde todo está a la venta: los cuerpos humanos y no humanos, los bosques, los ríos…, nos inunda un desasosiego y un sentimiento de no poder hacer. Las ideas del futuro son un recordatorio de que todo cuerpo tiene una manera, un principio de escucha de observación y de acción, así sea que la acción resulte solo respirar.
Las ideas del futuro nos convocan a descentralizar el pensamiento humano, no como una forma de idealizar perspectivas temporales, sino como única herramienta posible de sostener la vida, como un cuerpo que se pone hacia la vida y no en una lateralidad perdida.
Las ideas del futuro que nos sembraron, nos hicieron sentarnos alrededor del fuego; sentarnos ante la luz de las pantallas, interconectadxs desde territorios remotos, cuyas historias divergentes a las historias oficiales palpitan bajo nuestros pies. Interconectadxs, deseamos encontrarnos en presencia o a través de sistemas telepáticos que no requieran ya objetos mediadores cuya materialidad sea un secuestro a la tierra. Nuestras mediaciones serán materiales que converjan con el agua y la arcilla, un cableado extendido cuya materialidad será noble al extraerse y noble al reintegrarse. Nuestra telepatía no es inmaterial, pero es sostenible, es consecuente, es corresponsable con esta tierra que aún grita estoy viva.
Las ideas del futuro piensan en tecnologías biorregenerativas, observando y practicando las enseñanzas fungi, entendiendo que humanidad es humus, que la fuerza está en el suelo y el soporte también. Soy con la tierra, es el lema de un futuro que piensa en los tiempos de degradación y en la muerte como un proceso que activa otras fuerzas de reaparición; no se niega la muerte pero tampoco se atasca la vida porque al final, la vida triunfa sobre la vida, en su propio caos, en su propia descentralización y propuesta de colectividad donde poco importa el individuo: pasa una fuerza telúrica, emite un volcán un alarido, muere un zorro, aparece una bacteria, el micelio estará ahí reactivando la fuerza misma, la hoja del oyamel continuamente se renueva, el axolote se reestructura.
Las ideas del futuro se asemejan a un pasado remoto, anticolonial, diverso, elocuente. Trae a cuento ese mundo observado por la Mujer al borde del tiempo, quien dice desconfiada a los habitantes de un relato de futuro rural, sostenible, una tierra a la que abonan y con quien se vinculan afectivamente, en una vida en la que ordenan la convivencia sin prejuicios, donde cualquier persona desde cualquier cuerpo puede madrar —es decir criar, la gestación y el nacimiento no requiere cuerpos humanos, es un asunto de máquinas, de úteros artificiales que contienen al embrión en su desarrollo (quizá de aquí viene la incubadora que las hermanas, Wachowski imaginaron en Matrix), una tierra donde el clima está sostenido por la interacción de los tiburones, un tiempo que en algún momento se fisura y deja de ser perfecto, pues las cosas de lxs humanxs están ahí, presentes: en forma de fuerzas opuestas, en luchas de poder, en tecnología de guerra. Dice Connie: ¿me van a contar que el futuro se parece a la forma de vida rural en la que estaban atrapados mis abuelos?
Sí, le contesta una lectora, pero sin pobreza.
Las ideas del futuro contemplan inteligencias apenas descifrables en nuestro presente: la inteligencia del pulpo. Del cefalópodo sabemos apenas algunas cosas, pero tiene tres corazones que laten en ese cuerpo que calificamos todavía como extraterrestre, porque lejos estamos de leer el mundo a través de ventosas, o una inteligencia tentacular advertida por una de nuestras videntes-interlocutoras.
Las ideas del futuro contemplan traductores del lenguaje animal, vegetal, fluvial, airoso, montañil, rocoso… como quisieron las videntes Ursula y Vinciane: una asociación de terolingüistas opera en este interpretar signos; y como lo supieron siempre miles de ancestras, cuya escucha estuvo siempre abierta a esos hablares de esas afluencias y presencias, entendiendo que ese era el libro mismo.
Las ideas del futuro no pueden ignorar la toxicidad, la devastación, la agonía de millones de cuerpos de toda dimensión: el sufrimiento del hielo, la muerte de ríos, las asfixiantes imágenes de los restos de acetatos de celulosa y metales impregnados, el suelo devastado por los monocultivos o el arrasamiento de los pesticidas; pero quienes habitan el futuro saben que la idea de justicia es una acción conjunta. Que no basta con mirar el error con horror, sino hacer labores lentas, restaurativas, con profunda observación en lo que nuestras compañeras de tierra, otras especies no humanas, hacen y piensan y deciden soluciones y herramientas para sobrellevar el pulular tóxico. Nunca tendremos el mismo planeta, pero soñamos con entender esos mensajes que nos dictan los bosques sobre su manera de darse continuidad a sí mismos.
Las ideas de futuro apuestan por esas redes de parentesco que se extienden a los animales, las plantas, el viento, las rocas, montañas y océanos, y buscan descifrar y readaptar los protocolos que los pueblos de antiguos habitantes de sociedades no perpetradoras de colonialidad mantuvieron vivos en sus saberes y oralidades.
Volveremos a sentarnos en círculo alrededor del fuego, en medio del desastre, a esperar el susurro del pensamiento vegetal. Imaginaremos tecnologías que rindan tributo a la fotosíntesis y pensaremos que nuestras máquinas, como nuestros cuerpos, tienen tiempo para el descanso.
No sabemos cuánto tiempo nos llevará llegar a este futuro, pero estamos dispuestxs. Confiamos en que si la muerte llega a nuestros cuerpos, estaremos continuando nuestros deseos de futuro como microorganismos, haciendo pequeñas labores bioquímicas, que en su conjunto darán continuidad a la vida; vida que también es muerte, porque la vida es algo que sucede con la voluntad, o no, de lo humano. Seremos esa sopa cósmica otra vez, entre el asbesto y el plástico, entre las tripas de la tierra, así pasen millones de años.
Mónica Nepote
Es escritora y editora. Autora de algunos libros de poemas, como Hechos Diversos y La voz es mi pastor. Su práctica de escritura cruza la exploración de formatos y códigos visuales, electrónicos y performáticos. Actualmente realiza una investigación en torno a ambientalismo y escritura. Desde diciembre de 2021 se integró al Sistema Nacional de Creadores de Arte.