Playa Bagdad / SpaceX: reflejos de ruido
Por Jerónimo Reyes-Retana
Playa Bagdad (Tamaulipas, MX) es un sitio con una grandeza poco convencional, que no está sujeta a una arquitectura majestuosa, ni a una riqueza desbordante, sino a una ubicación geográfica única donde convergen las subjetividades de la frontera México-EEUU, con la incipiente industrialización del espacio exterior. Esta combinación de factores nutre un terreno fértil, desde donde emprender procesos especulativos para pensar en la posibilidad de construir un futuro heterogéneo, y así reformular una noción de progreso trunca, validada a través de retóricas universalistas en las que aquello que se entiende como innovación tecnológica, permanece como una figura ideológica mistificada.
Esta comunidad pesquera está escondida en los rincones del Golfo de México, muy cerca de la desembocadura del Río Bravo. Aparte de su peculiar ubicación, Playa Bagdad tiene un excéntrico nombre que parece extraño para una sociedad tan lejana a Irak. No obstante, un factor común —además de sus emblemáticas dunas de arena, las cuales asemejan la representación estereotípica de un paisaje desértico de Medio Oriente— es la designación de no-go-zone impuesta por el Bureau of Consular Affairs (EEUU). Esta categoría es parte de un sistema de clasificación que define los protocolos de seguridad que buscan proteger —o cegar— al turismo estadounidense de lugares condicionados a conflictos armados que, en su gran mayoría, involucran los intereses políticos y económicos de EEUU. Sitios como Siria, Afganistán, Yemen, Irak y Tamaulipas —donde se vive un estado de ultraviolencia como consecuencia de una absurda guerra contra el narcotráfico—, son portadores de esta designación.
Recientemente, Playa Bagdad adquirió una nueva capa de complejidad con la llegada de un polémico co-habitante: SpaceX. Esta corporación —aparte de ser un aliado cercano de la milicia estadounidense—, es un contendiente protagónico en la carrera espacial por controlar una nueva zona económica regulada a través de tratados internacionales obsoletos y turbios, que benefician directamente a aquellos que tienen las tecnologías para formar parte de un orden geopolítico de estratificación en el que ascender de la Tierra al espacio, se racionaliza como una forma de progreso absoluta1.
A 4 kilómetros del Río Bravo, sobre las playas del Golfo de México, SpaceX lleva ya unos años desarrollando el puerto espacial de Boca Chica, Texas (EEUU). Este núcleo operacional, al cual también se le conoce como Starbase, será la sede principal desde donde hacer pruebas y lanzamientos necesarios para completar una ambiciosa y controversial agenda. Los múltiples pendientes de SpaceX, se sostienen sobre narrativas opacas, escondidas detrás de estrategias seductoras que buscan industrializar el espacio mediante la construcción de imperios de telecomunicación y esquemas de control periférico, perpetuando de este modo una lógica colonial que concibe el espacio exterior como un territorio abierto para ser racionalmente planificado y rediseñado bajo los preceptos ontológicos de una visión cosmogónica dominante.
Dentro del asimétrico escenario que confronta Playa Bagdad con el puerto de SpaceX en Boca Chica, actualmente se ensamblan las piezas que conforman a Starship/Super Heavy —el transbordador espacial más grande jamás construido—. La presencia de Starship Super Heavy en la región es innegable. Sus abrumadoras dimensiones lo posicionan en el horizonte como un monumento al expansionismo, que busca satisfacer la mirada de quienes sueñan con la humanidad como una especie interplanetaria. Para levantar de la Tierra el cuerpo de una bestia de 120 m de alto con una capacidad de carga de 150 toneladas, se necesita un arreglo de motores con un alto nivel de potencia que, al encenderse al unísono, generará una energía acústica que podría llegar a los 194dB en su punto crítico —el volumen máximo que las ondas sonoras pueden alcanzar en las condiciones atmosféricas terrestres—. La Federal Interagency Committee on Aviation Noise (FICAN) y la Partnership for Air Transportation Noise and Emissions Reduction (PARTNER) establecen que sonidos con esta intensidad causan trastornos significativos en el comportamiento de la vida silvestre. Asimismo, en el título Sonic Warfare: Sound, Affect, and the Ecology of Fear, el autor Steve Goodman2 afirma que tan pronto la energía acústica supera los 80dB, la presión arterial aumenta, la función del estómago y el intestino disminuye su velocidad, las pupilas se agrandan y la piel se empalidece; sin importar si el sonido es agradable, perturbador o ni siquiera conscientemente perceptible. La presencia de SpaceX y Starship/Super Heavy no solamente promete ser híper visible, sino también híper sensible, ya que el volumen exorbitante de sus motores se representará en intensas ondas acústicas de choque que afectarán la materialidad —incluida la biosfera y el cuerpo–, y también actuarán como un fenómeno que incidirá en el pensamiento y el territorio.
La ubicación del puerto de lanzamiento de SpaceX en Boca Chica, hará posible que ondas de sonido con suficiente potencia para causar daños estructurales, corporales y afectar el medio ambiente viajen sin ningún tipo de restricción a través de la frontera México-Estados Unidos, hacia la comunidad de Playa Bagdad. No obstante, la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) publicada en 2022 por la Federal Aviation Administration (FAA) —un documento minucioso que valida las operaciones de SpaceX en la zona— trata la complejidad transfronteriza de esta situación con el interés reduccionista y unilateral que caracteriza las dinámicas geopolíticas entre México y Estados Unidos. Este factor queda claramente evidenciado cuando la DIA asegura de manera deliberada —y errónea— que a través de la plataforma Google Earth se han revisado imágenes aéreas de la zona para concluir que la población más cercana dentro del territorio mexicano a la estación de Boca Chica es Matamoros (Tamaulipas), ubicada aproximadamente a 32 kilómetros al suroeste del área de lanzamiento. Esta afirmación es altamente problemática y reveladora en dos sentidos: El primero señala el peso político que corporaciones tecnológicas de Silicon Valley, como Google, tienen en la reelaboración de los imaginarios planetarios que informan sobre sistemas cartográficos determinados por las normas de la misma comunidad que los constituye3. El segundo, se refiere a las implicaciones políticas y sociales de anular en su totalidad la existencia de Playa Bagdad, una comunidad viviendo en condiciones de vulnerabilidad que se encuentra dentro de los límites de impacto ambiental establecidos por la FAA. Esta negligencia subraya una forma de expansionismo que se construye sobre dominación corporativa, invisibilidad sistémica y alteraciones a las condiciones ambientales.
El título EPCOT: Experimental Prototype Community of Tomorrow, alude al parque de diversiones EPCOT Center de Disneyland (Florida, EEUU) como un gesto irónico que dialoga con la noción de capitalismo gore propuesta por Sayak Valencia4, para
nombrar así, una investigación que especula sobre las implicaciones ecológicas, económicas y sociales de una comunidad que está en primera fila para presenciar un espectáculo tecnológico sin precedentes, en el cual el sonido aparecerá en forma de energía acústica y política.
EPCOT: Experimental Prototype Community of Tomorrow reúne un compendio de ejercicios multimediales, informados por una metodología fundamentada en el trabajo de campo en Playa Bagdad, así como otros procesos relacionales de involucramiento. El proyecto se vale de las lógicas transdisciplinares del arte para estimular la necesidad de imaginar nuevas y diversas futuridades tecnológicas. Es a través de las subjetividades del sonido que la investigación señala el escenario donde cohabitan Playa Bagdad y SpaceX como un sitio catártico que materializa las confrontaciones culturales que distinguen al pensamiento Occidental, para desde ahí navegar de manera anacrónica la incipiente industrialización del espacio como un caso que articula el pasado y el presente con el futuro.
Como parte de una metodología de producción que busca estar en constante movimiento, EPCOT: Experimental Prototype Community of Tomorrow presenta en esta publicación los primeros ejercicios de Reflexiones de ruido. A través de una lente que parece estar distorsionada y desorientada, Reflexiones de ruido, reúne una serie de clips cortos que muestran perspectivas panorámicas de espejos acústicos —generados en 3D— insertos en la topografía de Playa Bagdad. Estos dispositivos fueron originalmente concebidos y desarrollados por la milicia británica durante la segunda década del siglo XX. En su momento, se pensaba que una estructura parabólica de concreto podría utilizarse como mecanismo de amplificación acústica para captar con anterioridad el sonido producido por los aviones de las fuerzas aéreas enemigas que acechaban su territorio, para así ganar tiempo y poder actuar de manera estratégica. Reflexiones de ruido, nace del interés por utilizar el aura escultórica y la presencia monumental de estos dispositivos como un recurso estético y conceptual que busca visibilizar un acto de brutalidad acústica que, paradójicamente, es reflejo de una era espacial completamente contraria al programa Whole Earth Security, propuesto por Arthur C. Clarke y Carl Sagan, el cual aboga por el progreso de la civilización a través de una exploración espacial que amplíe el conocimiento, la concientización y la moderación del poder en interés de la mayoría.
La dialéctica que empieza a efervescer con la coexistencia de Playa Bagdad y SpaceX exalta un modo de imaginación planetaria que, peligrosamente, parece estar determinado en gran medida por la creciente infraestructura de exploración espacial5. En esta realidad postcolonial, en la cual los grandes proyectos de desarrollo y control infraestructural siguen siendo un sinónimo de apropiación territorial, la competencia tecnológica resulta ser un campo de batalla en distintos niveles que van desde lo corporativo, hasta lo militar. Esta complicada dinámica involucra propósitos económicos, operacionales y políticos, pero también otros no tan visibles relacionados a lo epistemológico y lo ontológico6. Dentro de este escenario, EPCOT: Experimental Prototype Community of Tomorrow, habilita espacios de sensibilización para navegar y conocer los límites de lo inalcanzable, y desde ahí, cuestionar las implicaciones de un futuro incierto donde programas espaciales con semejante poder político como el de SpaceX perpetúan dinámicas de poder cuestionables acá abajo —en la Tierra—, donde es posible escucharlos y observarlos. Allá arriba, permanecerán en la oscuridad.
1. Daniel Deudney. Dark Skies: Space Expansionism, Planetary Geopolitics, and the Ends of Humanity, New York, Oxford University Press, 2020.
2. Steve Goodman, Sonic warfare: Sound, Affect, and The Ecology of Fear, Cambridge, MIT Press, 2010.
3. Lisa Messeri, Placing Outer Space: An Earthly Ethnography of Other Worlds, Durham, Duke University Press, 2016.
4. Sayak Valencia, Gore Capitalism, South Pasadena, Semiotext(e), 2018.
5. Lukáš Likavčan, Introduction to Comparative Planetology, Moscow: Strelka Press, 2019.
6. Yuk Hui, For a Planetary Thinking, En e-flux Journal, Issue 114, diciembre de 2020. [Última recuperación: 23 de agosto de 2022].
Jerónimo Reyes-Retana (Ciudad de México)
Es un artista e investigador con un interés particular en diseminar las funciones políticas del sonido, las cuales materializa a través de instancias multimediales que articulan distintos procesos computacionales con componentes escultóricos y otros medios. Su práctica está informada por futuridades especulativas que buscan abrir espacios de reflexión desde donde navegar las dialécticas implícitas en nociones vinculadas al determinismo tecnológico, al colonialismo corporativo y a la trans-territorialidad. A través de metodologías contingentes y la producción de conocimiento situado, los intereses investigativos de Reyes-Retana, reconocen y examinan las confrontaciones culturales derivadas del clima geopolítico latinoamericano en relación a las tensiones ecológicas, económicas y sociales consecuentes de los misticismos tecno-utópicos del pensamiento Occidental. Reyes-Retana ha participado en exhibiciones individuales y colectivas en Museo Tamayo (Ciudad de México, MX), Museo de Arte (Ciudad Juárez, MX), Casa del Lago UNAM (Ciudad de México, MX), Museo Anahuacalli (Ciudad de México, MX), OMR (Ciudad de México, MX), Mutek (Ciudad de México, MX), Distant Gallery (Amsterdam, ND), Toda la Teoría del Universo (Concepción, CL), Co-Lab Projects (Austin, EEUU), Big Medium (Austin, EEUU), entre otros. Actualmente, cursa el programa de doctorado “Tecnologías Emergentes y Artes Mediales” (Colorado University Boulder, EEUU)